Reflexiones con El tiempo de las Mariposas
En la Secretaría Distrital del Hábitat, junto a la Secretaría Distrital de la Mujer, realizamos recientemente un foro en el marco de conversación y conmemoración del 25N “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres”, a partir de la película ‘En el tiempo de las mariposas’, una producción que revive la valentía de las hermanas Mirabal frente a la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana. Más allá de su valor histórico, la cinta se convirtió en un punto de partida para dialogar sobre las violencias, resistencias y desigualdades que siguen atravesando la vida de las mujeres, y que también se expresan en la forma como construimos, habitamos y gobernamos nuestra ciudad.
El cine, en este caso, nos permitió mirar el territorio desde la perspectiva de tres mujeres que decidieron no aceptar un orden basado en el control, la intimidación y el silenciamiento. Las Mirabal —Las Mariposas— desafiaron un poder profundamente patriarcal que regulaba los cuerpos, las voces y las decisiones de las mujeres. Y esa reflexión, trasladada a nuestro sector, nos invita a preguntarnos:
¿Cuáles son las formas en las que aún persisten relaciones de desigualdad dentro del hábitat?, ¿Cómo afectan esas desigualdades el acceso a la vivienda, al agua, a los servicios públicos, al espacio público o a la revitalización de los territorios?
Durante el foro conversamos sobre tres ideas centrales:
1. El territorio también tiene sesgos de género
La película muestra cómo las mujeres debían negociar constantemente su derecho a estudiar, movilizarse, elegir o participar. En Bogotá, aunque avanzamos en la búsqueda de la igualdad de género, aún existen barreras que limitan la autonomía de muchas mujeres en su vida urbana: trayectos inseguros, cargas de cuidado desproporcionadas, acceso desigual a oportunidades de vivienda y participación limitada en decisiones territoriales.
Entender esto es clave para diseñar políticas públicas más justas y sensibles a las realidades diversas de quienes habitan la ciudad.
2. La violencia no siempre es visible, pero sí territorial
La violencia física, psicológica, simbólica, económica o institucional que vivieron las Mirabal también se manifiesta hoy en prácticas cotidianas: acoso en el espacio público, discriminación en trámites, brechas en el acceso a servicios, limitaciones para liderar proyectos comunitarios.
Estas violencias, aunque no tengan el rostro de un dictador, se sostienen en estructuras sociales que debemos transformar desde la gestión del hábitat.
3. La resistencia colectiva transforma los territorios
Si algo nos enseña la película es que la resistencia se construye en comunidad. En nuestro sector, eso significa fortalecer redes, abrir canales de participación y promover escenarios donde las mujeres puedan incidir en la planeación del territorio, especialmente en temas de vivienda, servicios públicos, gobernanza y revitalización urbana.
Las ciudades cambian cuando las voces históricamente silenciadas se convierten en protagonistas.

Reflexiones con El tiempo de las Mariposas
¿Qué elementos del contexto permiten identificar cómo se organizaban las relaciones de poder en la sociedad en la que crecieron las Mirabal?
¿Qué prácticas culturales del entorno permitieron que las violencias se replicaran sin ser reconocidas ni nombradas como tal?
Contexto
Las hermanas Mirabal crecieron en un hogar rural acomodado de la sección Ojo de Agua en el municipio Salcedo. El padre de las hermanas, Enrique Mirabal, fue un exitoso hombre de negocios.
Estudiaron como internas en el Colegio Inmaculada Concepción de La Vega, dirigido por monjas españolas de la Orden Terciarias Franciscanas de Jesús y María donde, tanto Minerva como María Teresa, se destacaron por su inteligencia e interés en el estudio.
Las hermanas Mirabal, también conocidas como Las Mirabal o Las Mariposas, fueron tres hermanas dominicanas que se opusieron a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo. Patria, Minerva y María Teresa Mirabal fueron asesinadas el 25 de noviembre de 1960.
La educación separada para “señoritas”: no solo dividía espacios entre hombres y mujeres, sino que orientaba la formación de las mujeres hacia la obediencia, la moderación y la preparación para tareas domésticas, mostrando desde temprano un orden social diferenciado.
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El Estado intervenía directamente en la vida de las jóvenes: llevar estudiantes para presentarlas al dictador hacía evidente un poder que tomaba decisiones sobre sus cuerpos y su presencia pública, tratándolas como parte del paisaje simbólico del régimen.
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Las enseñanzas sobre el cuerpo se construían alrededor del pecado: presentar la menstruación como “pecado” o “enfermedad” desligaba la experiencia corporal de la palabra propia y la dejaba sujeta a interpretaciones religiosas o morales.
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Las dinámicas familiares reproducían jerarquías reconocibles: la voz paterna decidía qué era permitido y qué no, mientras las mujeres adultas sostenían la vida del hogar. Esta combinación hacía visible un orden donde no todas las voces tenían el mismo alcance, y además una distribución de las tareas de cuidado diferenciada por sexo.
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La reputación familiar recaía con más fuerza sobre las mujeres: su comportamiento, su forma de relacionarse y sus movimientos cotidianos podían ser interpretados como riesgos o garantías para el “buen nombre” de la familia, mostrando cómo el control social se ejercía a través de ellas.
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Los estereotipos de género incidían en las posibilidades de participación: se esperaba que las mujeres fueran reservadas, prudentes y siempre conscientes de la mirada ajena. Esto incidía en su acceso a la educación, la movilidad y los espacios de conversación pública.
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La idea de “raza” como forma social y política de clasificar y jerarquizar a las personas: el régimen de Trujillo impulsó un ideal de país asociado al blanqueamiento y lo sostuvo mediante una violencia extrema, incluida la masacre de miles de personas negras y de origen haitiano. Ese modelo racial —con la supremacía de lo blanco como referente— no provenía de la naturaleza, sino de una construcción que organizaba el orden social y la subordinación. En ese contexto, algunas personas —incluidas ciertas mujeres— eran ubicadas más cerca o más lejos del poder según cómo encajaran en ese ideal. Poner en tensión esa apariencia de naturalidad permite ver cómo la raza y el género se entrecruzaban en la distribución de lugares y posibilidades en la sociedad de la época.
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La masculinidad de Trujillo operaba como un modelo de autoridad que buscaba abarcar toda la vida social: su figura no solo mandaba en el ámbito político, sino que se proyectaba dentro de las casas, en las escuelas y en las conversaciones cotidianas. Esa presencia reforzaba una lógica en la que la palabra masculina debía ser obedecida, y esa forma de estar en el poder se convertía en referente para otros hombres y en límite para las mujeres. Así, la masculinidad del dictador no era solo un rasgo personal, sino una manera de ordenar relaciones, expectativas y silencios en el país.
Final de la película:
¿Qué formas de violencia contra las mujeres, aparecen en la historia y cómo se hacen visibles en la película?
¿Qué habría cambiado si hubiera existido corresponsabilidad —familiar, social e institucional— para prevenir la violencia?
¿Cómo se transforma una situación cuando la responsabilidad no recae solo en las mujeres?
¿Qué elementos de la historia permiten comprender por qué el 25N existe y por qué hoy hablamos de corresponsabilidad en la prevención de las violencias?
¿Cómo se representa el papel de los hombres en la historia?
¿Encuentran paralelos con situaciones actuales de vulneración de derechos y violencias?
¿Por qué consideran que continúan presentándose violencias contra las mujeres y violencias de género?
Nombrar la violencia como acto de memoria y acción colectiva
El 25 de noviembre fue reconocido por la ONU en 1999 como el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, en memoria de las hermanas Mirabal, asesinadas por la dictadura de Trujillo en 1960. Conocidas como Las Mariposas, nombre que usaron en la resistencia, su historia abrió un camino para que la violencia dejara de quedar en silencio. Recordarlo hoy permite entender la importancia de nombrar aquello que vulnera, para abrir posibilidades de prevención y corresponsabilidad.
Las violencias siguen presentes en la vida cotidiana: Entre enero y septiembre de 2025 se registraron 27.114 denuncias de violencia intrafamiliar con víctima mujer, un aumento del 22 % respecto al año anterior.
También se reportaron 6.883 denuncias por delitos sexuales, de las cuales el 73 % correspondieron a mujeres.
Estas cifras muestran que la violencia continúa siendo parte del día a día de muchas mujeres.
La violencia no ocurre solo en lo privado: En el espacio público se registraron 741 casos de acoso sexual entre enero y septiembre de 2025, y más de 2.000 atenciones institucionales por hechos de violencia ocurridos fuera del hogar.
Esto recuerda que la ciudad también es un escenario donde se disputa la libertad y la seguridad de las mujeres.
La corresponsabilidad transforma las posibilidades de prevención: Prevenir la violencia no puede recaer únicamente en las mujeres. La vida familiar, las redes sociales y las instituciones tienen un papel determinante en abrir espacios de confianza, apoyo y acción temprana. Pensar en esto permite imaginar qué habría sido distinto si la responsabilidad de proteger no hubiera estado tan aislada.
La violencia se sostiene en desigualdades estructurales: Las violencias contra las mujeres responden a un entramado social que organiza desigualdades y jerarquías. Reconocer esto ayuda a entender por qué afectan de manera particular a las mujeres y por qué requieren respuestas colectivas, no individuales.
El feminicidio es el extremo de un continuo de violencias: Entre enero y noviembre de 2025 se tipificaron 13 feminicidios en la ciudad, cifra menor a la del año anterior, pero que recuerda la gravedad de este extremo del continuo de violencias.
Nombrar ese continuo permite evitar que las violencias “menores” se naturalicen.
La prevención requiere cambios culturales profundos: Transformar imaginarios, prácticas cotidianas y formas de relacionarse es fundamental para desactivar la normalización de la violencia. La corresponsabilidad implica que todas las personas, desde sus distintos lugares, contribuyan a ese cambio.
El papel de las masculinidades en la forma en que se organiza el poder en la historia
En la película se hacen visibles formas de masculinidad que concentran autoridad, deciden sobre la vida de otras personas y establecen límites que pocas veces se cuestionan. Esa masculinidad hegemónica define quién tiene voz, quién ocupa el centro y qué experiencias quedan relegadas. También aparecen presencias masculinas que se relacionan de maneras menos autoritarias, lo que muestra que existen múltiples formas de ser y estar en el mundo. Observar estas diferencias permite comprender cómo ciertas maneras de ejercer la masculinidad sostienen la violencia, mientras otras pueden abrir espacios para cuestionarla y transformarla.
La violencia contra las mujeres en la vida política también hace parte del continuo de violencias
Las agresiones que buscan frenar la participación de las mujeres en espacios públicos —deslegitimarlas, silenciar sus voces, impedir su presencia o el desarrollo de sus liderazgos— siguen siendo una expresión de las desigualdades que organizan la vida social. Esta violencia no es nueva: hace parte del mismo entramado que afecta a las mujeres en el hogar, en la calle y en su vida cotidiana. Reconocerla permite entender cómo el poder también se disputa en lo político y cómo estas violencias limitan la posibilidad de que las mujeres incidan en decisiones colectivas.
Una invitación para seguir pensando el enfoque de género en el Hábitat
El foro nos dejó la certeza de que el cine puede ser un disparador poderoso para leer el presente y para revisar críticamente cómo estamos construyendo Bogotá. Por eso invitamos a toda la ciudadanía, y especialmente a quienes trabajan en temas urbanos, a volver sobre esta película y a seguir explorando sus reflexiones.
Asimismo, los invitamos a consultar el documento de Lineamientos para la incorporación de los enfoques, alojado en el Observatorio del Hábitat. Este documento ofrece herramientas conceptuales, datos y recomendaciones para incorporar el enfoque de género y otros, en proyectos, políticas, intervenciones y procesos de análisis urbano.
👉 Consulta el documento en el Observatorio de Hábitat aquí: https://observatorio.habitatbogota.gov.co/wp-content/uploads/2025/07/Lineamientos-VF_29_07_2025.pdf
Porque, así como las Mirabal transformaron su realidad enfrentando un poder injusto, hoy también podemos transformar el territorio reconociendo que la igualdad y la vida libre de violencias deben habitar cada decisión pública.
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